Los Dos Rojas

lunes, 1 de diciembre de 2008

Sobre el Descubrimiento y la Conquista de América.


El proceso de Descubrimiento y Conquista de América cambió para siempre los destinos del Viejo y del Nuevo continente. El choque cultural que ello significó comprendió todas las estructuras que componían ambas sociedades y los efectos de dichos cambios y transformaciones son perceptibles para nosotros inclusive hoy en día.

España se convirtió en un imperio mundial, “Donde jamás se pone el Sol”, como expresara el mismo emperador Carlos V a mediados del siglo XVI, a inicios de la Conquista de América. Además, España se consolidó como una potencia europea de primer orden, y su flota, como la más poderosa. Rica e influyente, España, por primera vez en la Historia, se vio a sí misma como rectora de Europa. Este suceso, sin duda que hubo de transformar indefinidamente el imaginario y la percepción que los españoles mantenían de si mismos, dotándoles de una confianza y arrogancia que se mantuvo estable durante todo el período colonial, e incluso más allá. De la misma manera, el panorama físico de España cambió radicalmente. La deforestación, producto de la necesidad de madera para los barcos, fue extrema, y los campos, especialmente durante los dos primeros siglos de la Conquista, yacían escasos de población y mano de obra. La recuperación demográfica sólo llegó a comienzos del siglo XIX.

Pero, sin lugar a dudas, el aspecto que en mayor medida marcó los destinos del reino español, fue su espectacular acumulación de riqueza, lo que la volvió una especie de depósito del oro y plata que más tarde afluiría hacia los países europeos del norte, principalmente Inglaterra, Holanda y el Imperio Alemán, donde la industria se desarrollaba con infinita mayor rapidez que en España. Confiada en su poderío colonial, y en una inacabable explotación de las riquezas de América, España no tan sólo no desarrolló su industria y quedó a la zaga de Europa en este ámbito, sino que propició la codicia y enemistad de todos los demás reinos, que a penas se presentó la oportunidad, le arrebataron todo lo que se pudo, y le vapulearon en conjunto. España se aisló durante años de los asuntos europeos; volcó su mirada hacia el ultramar y desarrolló todo un universo propio, donde ella era el centro de gravedad y las colonias americanas, sus planetas, sus vasallos. Ello hubo de configurar la arrogancia y desprecio con que, hasta el día de hoy, los españoles han mirado a los latinoamericanos.

Por otro lado, sabemos que la Conquista de América significó un genocidio para las culturas nativas. Producto de la enfermedad, primero, de la guerra y la esclavitud (encomienda) después, lo cierto es que la población de la América pre-colombina, en cifras redondas, disminuyó a poco más de un 10%, vale decir, casi a la extinción.


Si bien el proceso al que nos referimos consta a lo menos de tres grandes etapas –Descubrimiento, Conquista y Colonia - lo cierto es que tras la primera y más corta de ellas, el descubrimiento de los unos por los otros, el choque cultural de hizo trágico e irreconciliable. Esto, pues en casi todos los aspectos de la vida, en todos los ámbitos de la cultura, españoles e indígenas eran antagónicos. Una coexistencia pacífica de ambas culturas, dada sus propias y particulares características, fue desde un principio algo imposible. Los europeos, formados en una cultura de sobre-explotación de los recursos naturales, carentes de toda armonía tanto con la naturaleza como en el paisaje en sus mínimos detalles, despreciaron desde el comienzo la visión de los pueblos nativos de armonía con la naturaleza y coexistencia pacífica y espiritual con ella. De la misma manera, las religiones nativas sucumbieron en su gran mayoría, lo mismo que la lengua y las costumbres, ante los modos españoles, impuestos a través de la espada, la tortura o el soborno. Como es bien sabido por todos nosotros, el politeísmo o animismo indígena era altamente incompatible con el monoteísmo intolerante de los españoles cristianos. No obstante, elementos de ambas culturas, que sobrevivieron a las guerras y al genocidio, en menor o mayor medida se fueron mezclando en el transcurso de los tres siglos en que duró la colonia en América. Es por esto, que hablamos de interdependencia, y transculturación, y no de una simple aculturación y dependencia de los aborígenes, los dominados y vencidos, con respecto de los españoles, los dominadores y vencedores. De todas maneras, es preciso destacar que los aportes de las culturas nativas a la conformación de las culturas criollas de los países americanos fueron siempre de baja importancia, y se presentó como algo soterrado, indirecto. Hoy lo percibimos como elementos casi anecdóticos de nuestra cultura, como palabras sueltas, topónimos, leyendas, etc. Algo que de ninguna manera es capaz de dar cuenta de la enorme, casi inabarcable riqueza que hay detrás; que cada pueblo aborigen de la América pre-colombina, posee o poseyó en el pasado. En este sentido, es profundamente lamentable la extinción de tantos pueblos amerindios, como los Onas, los Caribes o los Taínos.


La riqueza cultural de los pueblos nativos fue sepultada por el deseo insaciable de conquista y riqueza de los aventureros españoles. Las Iglesias edificadas sobre los templos (Como la Catedral de San Marcos en el Cuzco sobre las ruinas del Templo del Sol incásico) , las ciudades cuadradas como tableros de ajedrez, en absoluta falta de armonía con el entorno natural (Como Santiago, o Concepción, de espaldas al Bío-Bío) comprueban de manera irrefutable lo expuesto. Riqueza cultural que fue en muy pocas ocasiones rescatada por los españoles; raros son los ejemplos de un fray Bartolomé de Las Casas o un José Tomás de Acosta.


En términos generales, las diferencias culturales y los distintos estadios de desarrollo en que se encontraban los diferentes pueblos de América, desde los Mapuches hasta los Aztecas e Incas, fueron tratados como un asunto político militar, es decir, se vio en cada una de ellas la posibilidad de conquistarlas de la manera más efectiva, y para ello, dadas sus particulares características, se desarrollaron diversas técnicas. Desde muy temprano, los estrategas españoles, de renombre en toda Europa, como Cortés, Pizarro o el mismo Valdivia, tomaron conocimiento de las diferencias entre el proceso de conquista de un pueblo más avanzado y estructurado de manera más jerárquica, con un poder centralizado, como los Incas o los Aztecas, y otro como los Mapuches, de tipo más tribal, el cual era capaz de ofrecer un mayor resistencia conforme a sus estructura atomizada del poder, y presentar batalla en forma de pequeñas y fieras guerrillas, donde el conocimiento del lugar es primordial. Es éste uno de los aspectos que nos permiten explicar la relativamente fácil caída de los grandes imperios aborígenes, y la imposibilidad española de dominar a pueblos como los mapuches u otros de igualmente escaso desarrollo.


El hecho de que hubiesen sido los españoles peninsulares los que en todo momento detentaron el poder y los cargos de alto rango en América, y los nativos sobrevivientes pasasen a conformar las capas más bajas de las sociedades coloniales, no es otra cosa que la llevada a la práctica de la mentalidad altamente intolerante y segregativa del pueblo español. A grandes rasgos, lo españoles repitieron en América casi todos los patrones culturales que regían su sociedad, superponiéndolas a las de los indios americanos.


La misma intolerancia que pocos años antes manifestara la cultura española cristiana con judíos y árabes, españoles también, de padre, madre, abuelos, y mucho más atrás, de sangre nacida en la península, fue extendida en las colonias. Y lo que pareciese resultar más complejo aún, es el hecho de que los españoles, acostumbrados a mandar o obedecer, a sojuzgar y liberarse, a explotar a otros para poder no trabajar y ser igualmente rico y poderoso, todas estas conductas no tan sólo avaladas, sino que llevadas a cabo por la misma Iglesia Católica española a la par que la monarquía y el resto de la población, encontraron en el suelo americano, un terreno fértil donde crecer y desarrollarse. Más evidente aún, si pensamos que los españoles del centro y sur de la península hispánica, principalmente los andaluces, conformaron el grueso de la población emigrada hacia el Nuevo Continente, traían consigo el recuerdo fresco y patente de un existencia tan difícil y dura, con tantas humillaciones y vejaciones sufridas de parte de los grandes hacendados de la zona, que en América vieron la cierta posibilidad de revertir la situación, manteniendo el mismo patrón cultural, pero, en esta vez, por primera vez, con ellos en la cima. Pareciese ser que ni antes, ni ahora, existen mayores diferencias entre uno u otro lado de Gibraltar, a diferencia de lo que ocurría a uno y otro lado del Atlántico, donde la disparidad era extrema e inconciliable.

Gonzalo Rojas A.


Ciudades de Sucre y Cuzco, Febrero 2006.

4 comentarios:

Grenache dijo...

Bueno el articulo, subete algo de Galeano, com las venas abiertas de America Latina.

Unknown dijo...

Debo confesar que tu articulo es bueno, sobretodo cuando dejó de ser una recolección de fragmentos olvidados y otros, por que no, guardados en libros de história. Francamente a mi parecer se puso más interesante al instante en que se pudo leer, en cierto sentido, tu punto de vista, tú historia.
Por lo que pude percibir, tienes un mundo de viajes, debes tener un buen respaldo... y por qué no referirse a ellos, y realizar una mirada más cercana de la história y embarcarte en una pequeña odisea...

Espero seguir leyendo...
Bis Bald!!!

LOS DOS ROJAS... dijo...

gracias a ambos... los conozco?

en fin... Es este un tema de suyo complicado y sutil...

Hay algunas ideas maduradas en el camino de la biblioteca hasta la realidad; ciertamente que un viaje por el norte de Argentina, Bolivia y Perú hace un par de años, y otros por Sudamérica han sido vitales para atreverse a tener una opinión sobre todo ésto. Sobra una conquista inconclusa que pareciera no detenerse, sin actores principales, silenciosamente bajo la inercia del tiempo. Los pueblos de A. Latina ciertamente que están a la deriva en el margen ingrato de una civilización que los menosprecia... y eso es, cuando menos, doloroso...

Agradezco sus comentarios. Es bueno saber que se leen...

Rebelde... dijo...

Interesante la manera en que en pocas líneas, describes la sociología de la conquista. Ese desprecio de los ya despreciados españoles sobre los indígenas me recuerda a los micreros de ahora, que sin su máquina son ninguneados por cualquiera, sin embargo arriba, se sienten grandes, poderosos y matones. Me gustó también, entender porqué algunas culturas indígenas fueron sometidas con mayor facilidad que otras por los españoles, y te pediría, si puedes, que profundizaras en esa raza luchadora mapuche, que sigue luchando aún como si el tiempo se hubiese detenido en la conquista...

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